MAR MATO - VIGO
Lucy, con unos tres millones
de años de antigüedad, ha
dejado de ser la tatarabuela
de la especie humana. En las
últimas horas, un especial
de Science ha confirmado a
Ardi, un fósil de hace 4,4
millones de años, como la
homínida con nombre propio
más antiguo. Para la
comunidad científica gallega
especializada en este área,
el descubrimiento ha sido
"realmente importante". Los
arqueólogos de la
Universidad de Santiago de
Compostela (USC) Ramón
Fábregas y Arturo de Lombera
resaltan que el hallazgo
ofrece más información y luz
sobre las raíces de la
aparición del género humano.
Los
restos de Ardi fueron
localizados hace 17 años en
Egipto. Sin embargo, no fue
hasta esta semana que
investigadores
norteamericanos han
publicado sus conclusiones
planteando algo que llevaba
años rondando sus cabezas:
que el humano y el chimpancé
procedan de antepasados
distintos.
Se cree
que las líneas de
primates–chimpancés, por un
lado, y homínidos, por otro,
se separaron hace siete
millones de años. Esta
hipótesis no se confirmará
hasta que se resuelva el
vacío de fósiles de
homínidos y primates de
entre cinco y siete millones
de años de antigüedad.
Un
primitivo antepasado
De
momento, Ardi está
considerada como el
antepasado más antiguo del
ser humano. Sin embargo, el
equipo que la descubrió
considera que es mucho más
"primitiva que un
chimpancé", aunque presente
algunos rasgos homínidos.
Por una parte, trepaba con
sus cuatro extremidades por
los árboles pero al bajar de
las copas andaba erguida
sobre sus dos pies. Su
cabeza era similar (en
tamaño) a la de un mono
aunque sus manos, muñecas y
pelvis se parecían más a la
de los humanos actuales ya
que nunca caminaba apoyando
los nudillos como los
actuales chimpancés o
gorilas.
Durante
décadas, la comunidad
científica ha ido buscando
al candidato más probable
que sirviese de unión entre
los primeros humanos y los
primates. Hasta el
descubrimiento de Ardi, se
señalaba al Orrorin
tugenensis (una especie
bípeda) como la pieza
intermedia entre los
primeros Australopithecus y
los chimpancés. Ahora, el
lugar lo ha ocupado el
Ardipithecus ramidus.
¿La
respuesta al enigma?
El
análisis minucioso del
esqueleto de Ardi –una
hembra de 1,20 metros de
altura y que pesaba unos 50
kilos– ha mostrado la
evidencia de que el
denominado eslabón perdido
(el hipotético espécimen que
uniría a humanos con sus
pasados simios en la
evolución) está más que
nunca en entredicho. Los
autores del estudio –de la
Universidad de California–
indican que los homínidos y
los monos africanos parecen
haber seguido rumbos
evolutivos diferentes y ya
no se puede considerar que
los chimpancés sean
representantes de nuestro
último antepasado común.
"El
eslabón perdido... Es muy
difícil verlo. La evolución
–explica el gallego Arturo
de Lombera– no es lineal
sino ramificada. Hay ramas
de homínidos que se
extinguieron por selección
natural o cultural mientras
otras ramas fueron
sobreviviendo, continuando.
Ardi tiene bastantes puntos
para parecer el antecedente
pero hacen falta más restos
y encontrar otros fósiles
que permitan seguir esta
pista hasta hace tres
millones de años".
Precisamente, uno de los
principales problemas de los
investigadores es que
existen muy pocos restos de
más de tres millones de
años.
Este
tipo de hallazgos salen
siempre al encuentro de los
arqueólogos, antropólogos e
investigadores de forma casi
imprevisible. Un ejemplo fue
el registrado en el año
2004, cuando se creyó haber
localizado al eslabón
perdido en Cataluña.
Un
equipo del Instituto de
Paleontología se encontró
con un colmillo de forma
inesperada. Tirando del
hilo, los investigadores
lograron desenterrar 83
huesos de 13 millones de
años de antigüedad. A este
antepasado, entre el
chimpancé y el hombre, lo
bautizaron como
Pierolapithecus catalaunicus
y la investigación también
se publicó en Science.
En la
revista científica, se
explicó como el
Pierolapithecus trepaba por
los árboles de los que
recogía frutas para
alimentarse. En su caso, los
omóplatos se extendían a lo
largo de la espalda como en
los seres humanos, aunque su
cara era corta y tanto los
dedos de las manos como de
los pies eran cortos, rasgos
característicos de los
primates.